¿ENGANCHADA A LOS LIKES?
Las redes sociales generan una amplia variedad de respuestas emocionales en el cuerpo humano. En ese sentido, podemos presentar desde emociones agradables, como la alegría y el amor, hasta emociones desagradables, como la tristeza, el miedo y la ansiedad. Naturalmente, estas últimas emociones son las que tienen un mayor impacto en nuestro cerebro, y generan una nueva necesidad en nosotros. A partir de la acumulación de información que recogemos en las redes sociales, y del significado que le damos, aumentamos la probabilidad de crear más dependencia hacia ellas. Esta manera de interpretarlas puede producir cierta incerteza y distorsión en la forma en la que percibimos nuestra vida personal, laboral y social.
Actualmente, las redes sociales se han convertido en el instrumento básico para satisfacer la “nueva” necesidad de conexión virtual. Sin embargo, cuando algo produce un impacto significativo en nuestro cuerpo y se vuelve una necesidad, puede ocasionar una adicción. Entonces, ¿qué pasa cuando pasamos de satisfacer una necesidad a convertirla en un exceso?
La magnitud de información que recogemos cada día en estos espacios virtuales intensifica mucho más la sensación de agitación, de desafío, de inquietud, de miedo y, por lo tanto, de ansiedad. Por eso, no es fácil gestionar la cantidad de emociones que esto nos puede producir. Además, la mayoría de la población tiende a hacer un uso de las redes sociales en términos de recompensa o de gestión emocional. En estos casos, hay que tener en cuenta que el exceso de inmersión en las redes sociales puede producir una dependencia emocional significativa. Esta manera de percibir las redes sociales se ha convertido en una especie de deber social y las repercusiones que genera a nivel cerebral producen cambios cognitivos. Por ejemplo, cada vez que recibimos un like / refuerzo positivo, nuestro cerebro libera dopamina, que es un neurotransmisor que genera una sensación placentera, conocido como el mecanismo de recompensa de dopamina. Para poder reflejar mejor lo que acabamos de describir, a continuación, mostraremos un ejemplo:
Imagínate que cuelgas una foto en una red social y obtienes likes o comentarios favorables. En ese momento, tu cerebro libera dopamina y esto provoca en tu cuerpo un resultado similar a lo que podríamos entender como una adicción. Esta sensación puede producir el siguiente aprendizaje: “Cada vez que siento que carezco de ese bienestar emocional puedo subir una foto y me proporcionará el efecto placentero que necesito”. Por consiguiente, debido al vínculo emocional que crea tu cerebro tras comprender que el intercambio de contenidos (feedback)puede resultar positivo, se produce una disminución de tu propio autocontrol. En ese momento, la parte emocional te arrastra para hacer uso de las redes sociales y cubrir ese bienestar emocional que estabas buscando.
Esta forma de funcionar puede originar o causar una tendencia a ser impaciente y a querer tener esa inmediatez ante cualquier situación. De hecho, cada día que pasa, el cuerpo requiere a más corto plazo esa inmediatez, lo que incrementa la intolerancia a la frustración y, por ende, desencadena una peor regulación de las emociones. Generalmente, en estas situaciones, nuestras conductas en las redes sociales suelen seguir el mismo patrón: las publicaciones nutren nuestro objetivo emocional, están orientadas a causar la mejor impresión de nosotros mismos y muestran nuestra mejor cara orientada a una “perfecta realidad”. Esto puede provocar que nos volvamos dependientes de validar nuestra autoestima a través de los likes que podamos obtener en una foto. Esta visión produce un mayor riesgo de padecer alteraciones emocionales debido a la recurrente carga emocional que se recibe. De hecho, las personas que viven en esta hiperconectividad constante presentan con mayor frecuencia trastornos de ansiedad y del estado de ánimo. Asimismo, la personalidad puede verse afectada. El motivo es porque a través de las redes sociales las personas pueden terminar experimentando una vida construida por esquemas mentales imaginarios tanto a nivel cognitivo como conductual, viviendo exclusivamente por y para su vida virtual (e.g., vestir o hablar de una manera determinada, comportarse artificialmente para agradar a los seguidores). Por esa razón, muchas veces esto hace que se termine perdiendo la verdadera esencia de la persona.
Hoy por hoy somos conscientes de que las redes sociales han venido para quedarse. Por ese motivo, es importante entender sus mecanismos y efectos, así como tener en cuenta tanto sus pros como sus contras. Desde Psicologia Camins, consideramos fundamental el papel de un profesional de la psicología para acompañar y enseñar a llevar a cabo un buen uso de las redes sociales. Algunos aspectos que se tienen en cuenta para gestionarlas mejor son: entender que las redes sociales son como un espacio donde se puede aprender y disfrutar de una gran variedad de conocimientos; comprender que las redes sociales no se pueden convertir en una adicción, sino que deben ser una preferencia; aprender a identificar y a gestionar las emociones ante la diferente información que se recibe en las redes sociales; y concluir que no es necesario hacer de las redes sociales tu único mundo.
Neus Ramos Agost, psicóloga.