¿Utilizas la comida para sentirte mejor?
En ocasiones, puede que no te des cuenta y recurras a la alimentación cuando quieres cambiar el foco atencional sobre lo que estás sintiendo. Seguro que, en algún momento de tu vida, cuando has sentido aburrimiento, cansancio, incertidumbre o frustración, haces uso de la comida como instrumento para reconducir la emoción que sentías. Recurres a la ingesta como solución o refuerzo y, muchas de las veces, lo haces con alimentos que son perjudiciales para ti. Generalmente, es porque estos alimentos suelen ser más paliativos y te producen mayor bienestar. En consecuencia, hacen que tu atención se encuentre en un lugar más agradable, y dejas de lado aquellas emociones que no lo eran tanto.
El problema surge cuando te acostumbras a utilizar la comida como instrumento para evitar o neutralizar esos sentimientos que, aunque temporalmente reducen tu ansiedad, seguidamente te generan de nuevo ese malestar emocional, dando lugar a un “círculo vicioso”.
Un reflejo más explicativo de lo que acabamos de exponerte es cuando te encuentras en una situación determinada, te viene un pensamiento, haces una interpretación de fracaso que te genera malestar y aparecen emociones desagradables como el miedo o la ansiedad. Es entonces cuando, para no tener esas emociones, evitas la situación, experimentas alivio y te refugias en otras cosas que te pueden hacer sentir bien, como es la comida. Ese comportamiento no permite hacer frente a la situación vivida y aumenta la posibilidad de que repitas ese patrón. Si te fijas, aquí es donde hacemos uso de la alimentación como instrumento de la gestión emocional. Por esa razón, el comer se puede convertir en un acto automático y separado del hambre real, y oculta la identificación de las emociones y la atención de nuestras necesidades fisiológicas.
Otra situación que puede desencadenar el hecho de hacer uso de la comida como recurso emocional agradable es, por ejemplo, si dispones de una rutina en la que no tienes tiempo para realizar actividades agradables y, para poder experimentar algo placentero, recurres a la ingesta de alimentos. Aunque, ante la misma situación, también puede darse el caso contrario, es decir, que no seas consciente de lo que estás ingiriendo. Esta manera de alimentarte puede autodesencadenarte una preocupación negativa, acompañada de un lenguaje interno dañino. Por ejemplo: “¿Por qué habré comido tanto?, ¿Hubiera podido comer otra cosa? Incluso puedes llegar a frases como: ¿Engordaré más por esto?, ¿Y si es mejor que no coma la próxima vez?
Es posible que, si esto te ocurre con continuidad, te puedan surgir una gran diversidad de pensamientos que terminen resultándote perjudiciales. De hecho, seguro que has oído hablar de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón. La incidencia de los TCA va en aumento, entre otras cosas, favorecida por los nuevos estilos de vida, los estereotipos de esta sociedad, por la publicidad y por las redes sociales. Todo esto en su conjunto, construye un esquema en nuestras mentes de lo que sería ideal como tamaño, figura y forma de nuestros cuerpos y de las partes que los componen. En ese sentido, esto da lugar a tener una preocupación excesiva sobre la forma en que vemos nuestro cuerpo y la forma en que creemos que los demás nos ven. En consecuencia, esta manera de percibirnos también puede ocasionar alteraciones en la ingesta, cambios de peso y puede alterar la gestión de las emociones que sentimos.
Por ese motivo, es importante aprender a hacer un buen uso de las emociones y tratar de no recurrir a la mala alimentación. Para ello, se pueden trabajar algunas técnicas como son: la alimentación consciente, conocer qué actividades son agradables para ti y aprender a gestionar las emociones de una manera saludable.
Por ejemplo, con la técnica delmindfulness puedes aprender a comer desde la atención plena en el momento presente. En este caso, la idea es comer con interés por alimentarse de manera saludable, observar el alimento sin juzgarlo y con aceptación de tu propio cuerpo. Es una forma de que el comer deje de ser un acto automático y que seas tú quien puedas tomar decisiones al respecto. Al mismo tiempo, esta técnica también te permitirá conseguir que tu conciencia se relaje y no elabore juicios de tus sensaciones, sentimientos o pensamientos, lo que te permitirá alcanzar un mejor bienestar general.
Desde Psicología Camins, te podemos ayudar a solucionar estos problemas a través de la gestión de los procesos atencionales; te podemos enseñar pautas adecuadas para regular tus emociones y para comer de una manera consciente y saludable.
Neus Ramos Agost, psicóloga